Fulton Oursler, un pastor algo reconocido pasó la mayor parte de su vida recordando a sus feligreses la importancia del “agradecimiento” personal para con el Gran Arquitecto del universo. Cuenta la historia de “Anna”, la criada negra que le cuidó como niño y le proporcionó la lección más importante de su vida. Así contó, . . .
Un día cuando tenía siete u ocho año me encontré en la cocina con Anna, termiando la preparación de una humilde cena. Al sentarse a la mesa dijo ella, “Bien agradecida, mi querido Dios por mis viandas.” A tal cual respodió el niño, “¿Anna, qué es una “vianda”?” Ella explicó que vianda era lo que tenía para comer y beber. El niño, siendo niño dijo, “Pero, usted tendrá de qué comer y beber si a Dios le diera las gracias o no.” Anna, vió la oportunidad para enseñar algo importante al joven.
Dijo Anna, “Usted tiene la razón pero todo sabe mil veces mejor cuando usted es una persona agradecida.” Procedió a contar el sermón de un pastor que le había enseñado a Anna un juego de “agradecimiento”. Se trató de buscar siempre razones para ser un alma agradecido. Contó ella, “Un día fui al mercado para comprar pan para la casa y al pasar por el lado de una tienda de ropa exclusiva noté qué tan lindas eran las blusas.” Respondió el niño, “Pero Anna, usted no tiene recurso para comprar cosas así de caras.” Anna le explicó, “Yo lo sé pero en mi mente, juego muñecas con esas blusas. Sueño ver a su mamá y su hermana vestidas en cosas de semejante belleza. En esos momentos le digo, “Muy agradecida, mi querido Dios, por jugar lindo en la mente de esta vieja.” Continuó Anna, “Como el otro día al volver de compras una fuerte lluvia me cayó encima. Había escuchado de las duchas de los baños modernos, y hasta les he visto a usted y su hermana en la suya. Pensé, ‘ahora tengo mi PROPIA ducha’ y en ese momento le dije, “Muy agradecida, querido Dios, porque usted me regala un pedazo del cielo cada día.”
Pasaron los años, el niño llegó a ser hombre y la vejez llegó a Anna. Le llamaron un día para decirle que Anna estuvo a punto de la muerte y el joven volvió a su ciudad natal para estar con ella en los últimos momentos. Le vió a ella en cama, sufriendo de dolor insoportable y el joven se preguntó, “¿Me pregunto de qué tenía Anna en aquel momento para estar “agradecida”.
Anna abrió los ojos por última vez, viendo todos sus seres queridos, y los muchachos que ella había criado a todo su alrededor. Cruzó las manos sobre su pecho, sonrió y dijo, “Muy agradecida, mi querido Dios por tan buenos amigos y familia.”