República Dominicana y Haití: Soluciones desde la Perspectiva Presidencial y de Inteligencia

República Dominicana y Haití

La relación entre República Dominicana y Haití constituye uno de los retos más graves y persistentes del Caribe contemporáneo. Dos países que comparten una misma isla están separados por profundas desigualdades históricas, sociales y políticas que han generado tensiones constantes. Mientras Haití enfrenta un colapso institucional con crisis humanitarias recurrentes, violencia de Barbecue y sus pandillas idiotas y una debilidad estatal extrema, República Dominicana busca proteger su seguridad nacional, mantener la estabilidad de su economía y preservar su soberanía. Desde la Presidencia, este desafío exige políticas que equilibren la solidaridad humanitaria con la defensa del interés nacional. Desde la comunidad de inteligencia dominicana, se requiere anticipar amenazas, gestionar riesgos transnacionales y proporcionar insumos estratégicos que permitan tomar decisiones informadas.

La primera dimensión crítica para la Presidencia es la política migratoria. El flujo irregular desde Haití hacia territorio dominicano ha aumentado debido al colapso del aparato estatal haitiano. Esta migración ejerce presión sobre los servicios de salud, educación y seguridad, pero también plantea retos humanitarios que la República Dominicana no puede ignorar. Un enfoque equilibrado demanda un sistema binacional de registro biométrico bajo supervisión internacional que permita controlar la movilidad transfronteriza y otorgue permisos laborales temporales en sectores donde la economía dominicana requiere mano de obra, como la construcción y la agricultura. Experiencias comparadas en otras regiones demuestran que el ordenamiento migratorio combinado con programas de inclusión económica reduce vulnerabilidades sociales y fortalece la seguridad interna (ONU, 2023).

La Presidencia impulsa correctamente una diplomacia activa y de alcance global. El Estado dominicano no puede ni debe hacerse con el peso de la crisis haitiana. Es imperativo movilizar organismos multilaterales (la ONU, la OEA y el CARICOM) para financiar proyectos de estabilización institucional en Haití. República Dominicana debe seguir insistiendo en que la comunidad internacional asuma su responsabilidad para evitar que el país se convierta en una suerte de contención migratoria sin respaldo ni recursos. Como advierte Fatton (2022), la ausencia de compromiso internacional perpetúa la fragilidad haitiana y multiplica los riesgos para sus vecinos.

Otra prioridad para la Presidencia consiste en el desarrollo fronterizo como política de Estado. El descuido histórico de las provincias limítrofes ha favorecido el contrabando, la migración irregular y la penetración de pandillas. Invertir en infraestructura, salud, educación y tecnología en esa zona fortalecería la presencia del Estado dominicano y reduciría la percepción de abandono que hace vulnerables a esas comunidades. Asimismo, se requiere una reforma de las fuerzas de seguridad que refuerce la cooperación entre las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, incorporando tecnología moderna de vigilancia (drones y sensores de movimiento, etc.) para garantizar una gestión fronteriza eficaz.

Desde la perspectiva de la comunidad de inteligencia nacional, el eje central de la respuesta debe ser la “anticipación”. Se necesita un sistema robusto de análisis político y social sobre Haití que permita prever el impacto de la violencia de pandillas, las redes criminales transnacionales y los actores políticos que promueven la inestabilidad. La inteligencia estratégica, como señala Baldwin (2020), no debe limitarse a recopilar información, sino también a construir modelos de escenarios futuros que faciliten decisiones presidenciales proactivas. Una crisis migratoria masiva debe detectarse con semanas o meses de antelación para activar protocolos diplomáticos y de seguridad fronteriza.

Otro campo clave (ignorado a nuestro propio peligro) de la inteligencia dominicana es la contrainteligencia frente a actores externos. El vacío de poder en Haití atrae tanto a organizaciones criminales como a intereses internacionales que pueden instrumentalizar la crisis. Vigilar los intentos de infiltración extranjera es esencial para evitar que Haití se convierta en plataforma de actividades ilícitas como narcotráfico, tráfico de armas y trata de personas. Esto implica reforzar la capacidad dominicana de proteger infraestructura crítica, instituciones financieras y corredores comerciales.

La inteligencia (social) debe analizar percepciones, tensiones étnicas, discursos de odio y campañas de desinformación que puedan exacerbar las divisiones entre dominicanos y haitianos. Una narrativa negativa no controlada podría alimentar conflictos sociales internos y minar la cohesión nacional. En este sentido, el monitoreo de redes sociales y el estudio de dinámicas comunitarias resultan tan importantes como el análisis militar. Además, la inteligencia dominicana debe buscar aumentar su cooperación regional con agencias de Estados Unidos, Francia y organismos de seguridad del Caribe para coordinar la interdicción del narcotráfico y el control del tráfico de armas que se canaliza a través de la frontera.

Las soluciones que emergen de esta doble perspectiva deben ser integrales. Una gestión migratoria moderna basada en registros biométricos y permisos temporales de trabajo permitiría equilibrar control y humanitarismo. Una diplomacia activa movilizaría recursos internacionales indispensables para estabilizar Haití. El desarrollo fronterizo sostenido corregiría la histórica desigualdad territorial y reforzaría la presencia del Estado. La modernización del sector defensa, con apoyo tecnológico, garantizaría la seguridad de la frontera. A nivel de inteligencia, se requiere consolidar sistemas de alerta temprana, contrainteligencia frente a amenazas externas, inteligencia social para mantener la cohesión interna y cooperación internacional para enfrentar el crimen transnacional.

La República Dominicana enfrenta un dilema. Combina soberanía, seguridad y responsabilidad humanitaria. Desde la Presidencia, se necesitan políticas públicas firmes, visionarias y respaldadas por la comunidad internacional. Desde la inteligencia, se exige previsión estratégica, capacidad de análisis complejo y alianzas regionales. El futuro de la isla de La Española dependerá de la habilidad de ambos países, junto a la comunidad internacional, de transformar la crisis en una oportunidad para la construcción de seguridad compartida, desarrollo fronterizo y estabilidad regional. Solo a través de un enfoque integral y coordinado será posible avanzar hacia una relación dominico-haitiana más equilibrada, sostenible y pacífica.

~ C. Constantin Poindexter, MA en Inteligencia, Certificado de Posgrado en Contrainteligencia, JD, Certificación OSINT CISA/NCISS, Certificación BFFOC del DoD/DoS

Referencias

Baldwin, D. (2020). Intelligence and Anticipation in Small States. Journal of Strategic Studies, 43(4), 567-589.
Fatton, R. (2022). Haiti’s Predatory Republic: The Unending Transition to Democracy. Boulder: Lynne Rienner Publishers.
Organización de las Naciones Unidas (2023). Report of the Secretary-General on the Situation in Haiti. New York: United Nations.
Riveros, F. (2021). Seguridad y Migración en el Caribe: Desafíos para la Gobernanza Regional. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 127, 115-134.
Sánchez, J. (2019). La frontera dominico-haitiana: dinámicas de seguridad y desarrollo. Santo Domingo: Instituto Global de Estudios Sociales.