La vigilancia del ingreso de extranjeros como eje estratégico de prevención pandémica en la República Dominicana

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La llegada de personas extranjeras, ya sean turistas, trabajadores temporales, migrantes o demás, constituye uno de los vectores críticos mediante los cuales nuevas enfermedades infecciosas pueden introducirse en el territorio nacional. Dado que la República Dominicana es un país de alta exposición internacional por su sector turístico, sus conexiones aéreas y marítimas, y su proximidad geográfica con Haití, los riesgos asociados a pandemias demandan que la inteligencia nacional y los mecanismos de vigilancia fronteriza se fortalezcan. ¿Cuáles serían los costos potenciales y qué mecanismos son necesarios para mitigar dicho riesgo?

La República Dominicana es uno de los destinos turísticos más visitados del Caribe. En 2022 ingresaron al país más de 8.5 millones de turistas, incluidos más de 2.5 millones provenientes de Estados Unidos y Canadá, lo que la convierte en la nación más visitada de la región caribeña (CDC 2023). Este alto flujo internacional acentúa la posibilidad de importar agentes patógenos. Durante emergencias sanitarias globales, la movilidad internacional se ha demostrado como uno de los principales factores de propagación: no solo por el movimiento de personas infectadas, sino por portadores asintomáticos que se desplazan antes de desarrollar síntomas.

Un ejemplo concreto de esta vulnerabilidad se observó al inicio de la pandemia de COVID-19 en la República Dominicana. El primer caso confirmado fue de una persona que había ingresado desde Italia, y otro de un ciudadano canadiense, turistas vacacionando en Bayahibe (Wikipedia 2023a). Este patrón evidencia que los vínculos internacionales, i.e., turismo, viajes de placer o negocios, pueden ser la puerta de entrada para pandemias respiratorias virales, patógenos nuevos o variantes emergentes. La vigilancia de las fronteras (aéreas, marítimas, terrestres) y de los puntos de entrada de personas debe comprender estrategias integrales de detección temprana, cuarentena, rastreo de contactos y normas sanitarias obligatorias.

Además de los riesgos epidemiológicos, existen vulnerabilidades estructurales que agravan el peligro de una pandemia originada por la llegada de extranjeros. El sistema de salud tiene capacidad limitada para responder a brotes súbitos de enfermedades altamente contagiosas, quiere decir, número de camas de cuidados intensivos, concentración de personal médico especializado, escasez de insumos críticos como ventiladores o equipos de protección. Segundo, la densidad poblacional en zonas urbanas como Santo Domingo y Santiago favorece la transmisión comunitaria si no se identifican rápidamente los casos importados. También, la economía informal, presente en ciudades y zonas turísticas, dificulta la implementación de cuarentenas sin causar severos impactos sociales y económicos. Los costos de una pandemia causada o agravada por el ingreso de extranjeros sin control pueden ser múltiples: aumento de casos y muertes, colapso del sistema sanitario, pérdidas económicas por cierres, interrupción del turismo, desempleo masivo, impacto en la imagen internacional del país, disminución de inversiones extranjeras y acumulación de deuda pública si se requieren medidas extraordinarias. Dado que el turismo representa aproximadamente un 11.6 % del Producto Interno Bruto dominicano y es fuente importante de divisas, cualquier afectación al flujo de visitantes puede generar daños macroeconómicos significativos (Wikipedia 2023b).

Por todo ello, es esencial que la inteligencia dominicana (el conjunto de agencias y unidades de vigilancia epidemiológica, migratoria y de seguridad nacional) incluya como prioridad la vigilancia de la entrada de extranjeros con un enfoque preventivo. Esto implicaría varios componentes concretos.

El control sanitario en puntos de entrada: implementación de protocolos obligatorios de salud en aeropuertos, puertos y pasos fronterizos terrestres, tales como monitoreo de temperatura, pruebas diagnósticas (PCR, antígenos), declaración de salud previa al vuelo y cuarentenas obligatorias cuando lo requiera la situación.

La integración de inteligencia epidemiológica y migratoria: coordinación entre autoridades migratorias, salud pública, fuerzas de seguridad y agencias de inteligencia para compartir datos de vuelos, pasajeros, historiales epidemiológicos de regiones de origen, e identificar vuelos o rutas de alto riesgo.

La vigilancia internacional de brotes: mantener monitoreo constante de las alertas sanitarias internacionales, especialmente en los países de los cuales provienen grandes flujos de turistas o migrantes. Si surge un brote nuevo en un país con fuerte conexión con República Dominicana, activar protocolos especiales.

La capacitación, infraestructura y recursos: fortalecer la capacidad de los laboratorios nacionales, mejorar el sistema de atención en salud pública, disponer de equipos y espacios para aislamiento, así como personal entrenado para respuesta rápida. Esto también incluye la mejora de los procedimientos sanitarios en hoteles, resorts y transporte, que son puntos de encuentro entre nacionales y extranjeros.

Las políticas legales y regulaciones claras: etablecer leyes y normativas que permitan imponer medidas sanitarias (vacunaciones, pruebas previas al viaje, cuarentenas), con bases legales robustas y con respeto a los derechos humanos. Además, mecanismos para sancionar incumplimientos sin afectar excesivamente los flujos legítimos de personas.

La comunicación pública transparente y la cooperación internacional: informar claramente a la ciudadanía sobre riesgos y medidas tomadas, y contar con acuerdos con otros países para coordinar protocolos, especialmente en emergencias sanitarias.

La vigilancia de extranjeros no significa adoptar políticas cerradas o xenófobas, sino gestionar la movilidad internacional de forma responsable, balanceando la apertura con la protección sanitaria. En un mundo globalizado, los países no están aislados y el cierre total no siempre es viable ni deseable por sus impactos económicos y sociales. Sin embargo, ignorar la posibilidad de ingreso de enfermedades nuevas o reemergentes a través de visitantes es jugar con fuego. Dada la importancia estratégica del turismo y la conexión internacional de la República Dominicana, los órganos de inteligencia y vigilancia fronteriza deben reconocer que la entrada de extranjeros constituye un vector de riesgo significativo en una pandemia. La prevención activa, mediante control sanitario, inteligencia epidemiológica, fortalecimiento institucional y regulaciones, puede mitigar ese riesgo. No hacerlo, nos traerá consecuencias sanitarias, sociales, económicas y reputacionales graves. Imperativo es que nuestras instituciones incluyan como prioridad la vigilancia proactiva del ingreso de no nacionales, como parte integral de la preparación y respuesta ante futuras pandemias.

~ C. Constantin Poindexter Salcedo, M.A. en Inteligencia, J.D., Certificado de Posgrado en Contrainteligencia, certificación CISA/NCISS OSINT, Certificación DoD/DoS BFFOC

Bibliografía

Centers for Disease Control and Prevention. 2023. Dominican Republic | Yellow Book. Atlanta: CDC. https://www.cdc.gov/yellow-book/hcp/americas-caribbean/dominican-republic.html.

Wikipedia. 2023a. COVID-19 Pandemic in the Dominican Republic. Last modified September 10, 2023. https://en.wikipedia.org/wiki/COVID-19_pandemic_in_the_Dominican_Republic.

Wikipedia. 2023b. Tourism in the Dominican Republic. Last modified August 14, 2023. https://en.wikipedia.org/wiki/Tourism_in_the_Dominican_Republic

Artificial Intelligence and Offensive Counterintelligence in the U.S. I.C.

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Artificial intelligence is transforming the national security landscape by augmenting the capabilities of intelligence organizations to “identify, disrupt, and neutralize adversarial threats”. While much scholarly and policy attention has been devoted to the defensive applications of AI, i.e., cybersecurity, threat detection, and insider threat monitoring, implications for offensive counterintelligence (CI) are equally profound. Offensive counterintelligence, which involves proactive measures to manipulate, exploit, or dismantle adversarial intelligence operations, has traditionally depended on human ingenuity, deception, and long-term HUMINT. The introduction of AI into this realm promises to exponentially increase the scale, speed, and sophistication of U.S. counterintelligence campaigns. The U.S. Intelligence Community (IC) will become more effective at penetration of FIS, deception operations, and neutralization of espionage activities.

One of the most significant ways AI will enhance offensive counterintelligence is through advanced pattern recognition and anomaly detection across massive data streams. The IC already ingests petabytes of information daily, from open-source intelligence (OSINT) to signals intelligence (SIGINT). Offensive counterintelligence officers have historically been hobbled by fragmentary reports and painfully dry and drawn-out analysis to identify foreign intelligence officers, their networks, and their vulnerabilities. Machine learning algorithms now enable CI analysts to identify subtle anomalies in communications metadata, financial transactions, or travel records that suggest covert operational behavior. Algorithms trained on known espionage tradecraft can detect anomalies in mobile phone usage, repeated travel to consular facilities, or encrypted message timing that would elude traditional analysis (Carter, 2020). By automating the detection of clandestine activity, AI provides offensive CI officers with early targeting leads for recruitment, deception, or disruption.

AI’s role in predictive modeling of adversary behavior is a game-changer. Traditional counterintelligence operations have required years of painstaking collection before a service could anticipate an adversary’s moves. Now, reinforcement learning and predictive analytics can generate probabilistic models of how foreign intelligence services will act under specific conditions. This capability is invaluable for offensive CI, in which anticipating an adversary’s agent recruitment attempts or technical collection strategies and techniques allows the U.S. to insert double agents, conduct controlled leaks, or channel disinformation in ways that compromise foreign intelligence effectiveness (Treverton & Miles, 2021). By simulating adversary decision-making processes and Loops, AI effectively allows the IC to wage a chess match several moves ahead, shifting initiative in favor of U.S. operators.

AI will transform deception operations, a core element of offensive counterintelligence. Deception requires constructing credible false narratives, fabricating convincing documents, and sustaining elaborate covers. Generative AI models provide new tools for producing synthetic but convincing content, i.e., emails, social media profiles, deepfake videos, etc., that can be deployed to manipulate adversarial intelligence targets. These capabilities enable more robust false-flag operations, digital honeypots, and disinformation campaigns designed to lure adversary collectors into traps or consume their resources chasing fabricated leads. Deepfake technology raises concerns about disinformation in democratic societies, however, if deployed in a tightly controlled counterintelligence context it becomes a force multiplier, providing scalable deception tools that previously demanded enormous human and material resources (Brundage et al., 2018).

AI enhances the identification and exploitation of recruitment opportunities, central to offensive CI operations. The IC has long relied on spotting, assessing, and recruiting human assets with access and placement. AI-driven analysis of social media, professional networks, and digital exhaust enables rapid identification of individuals with access, grievances, or vulnerabilities suitable for recruitment. Natural language processing (NLP) tools can detect sentiment, stress, or dissatisfaction in posts, while network analysis maps reveal connections within bureaucracies or security services (Greitens, 2019). By narrowing down large populations to high-value recruitment targets, AI augments human case officer ability to prioritize approaches and customize persuasion angles. The integration of AI with human tradecraft accelerates the traditionally slow and resource-intensive recruitment cycle.

Cyber counterintelligence represents another frontier where AI confers offensive advantages. FISs increasingly operate in cyberspace, exfiltrating sensitive data and conducting influence campaigns. AI-enabled intrusion detection, combined with offensive cyber capabilities, allows U.S. counterintelligence to not only identify intrusions but also manipulate them. AI can facilitate “active defense” strategies in which foreign intelligence hackers are fed false or misleading data, undermining their confidence in purloined data. Automated adversarial machine learning tools can also detect attempts by foreign services to poison U.S. AI training data, allowing counterintelligence operators to preemptively counter them (Henderson, 2022). AI both defends critical systems and creates new opportunities for denial and deception operations (D&D) and disruption of adversarial cyber espionage.

Further, AI also addresses one of the perennial challenges of offensive counterintelligence, scalability. Human operator and analyst resources are finite. Adversarial services often enjoy the advantage of operating from within authoritarian systems unconstrained by meaningful oversight. AI offers the IC the ability to scale counterintelligence operations across global theaters without proportional increases in manpower. Automated triage systems can flag potential espionage indicators for human review, while AI-driven simulations can test the effectiveness of proposed offensive strategies before deployment. The scalability of AI ensures that offensive CI efforts remain proactive rather than reactive, allowing the IC to contest adversarial services at a global level (Allen & Chan, 2017).

I will note here that the insertion of AI into offensive counterintelligence is not a panacea. Overreliance on algorithmic outputs without human validation can lead to “false positives”, misidentification, or ethically and legally problematic targeting. Adversaries are also rapidly adopting AI for their own counter-counterintelligence measures, raising the specter of an AI-driven arms race in deception, espionage and counterespionage disciplines. The U.S. IC must ensure that AI tools are embedded within a robust framework of human review, legal compliance, and ethical norms. Offensive CI, clearly operating in the shadows of democratic accountability, requires enhanced governance mechanisms to balance operational effectiveness with adherence to rule-of-law principles (Zegart, 2022).

The adoption of AI in offensive counterintelligence necessitates organizational adaptation. Case officers, analysts, and technical specialists must be trained not only to use AI tools but also to understand their limitations. Interdisciplinary collaboration between computer scientists, behavioral experts, and intelligence professionals will be essential for designing AI systems that are operationally relevant, a particularly challenging problem in a group of agencies accustomed to “siloing”. Investment in secure, resilient AI infrastructure is critical, as adversaries will inevitably seek to penetrate, manipulate, or sabotage U.S. counterintelligence AI systems. Just as past eras of counterintelligence revolved around protecting codes and agent networks, the new era will hinge on safeguarding the integrity of AI platforms themselves (Carter, 2020).

Artificial intelligence offers unprecedented opportunities to enhance the effectiveness of offensive counterintelligence. By improving anomaly detection, predictive modeling, deception, recruitment targeting, and cyber counterintelligence, AI serves as both a force multiplier and a strategic enabler. It allows the IC to proactively shape the intelligence battlespace, seize the initiative from adversaries, and scale operations to meet global challenges. These opportunities come with risks, ethical, operational, and strategic, however, with careful management the payoff will be monumental. Offensive counterintelligence has always been a contest of wits, deception, and foresight. In the twenty-first century, AI will become the decisive instrument that determines whether the U.S. retains the upper hand in the shadow war.

~ C. Constantin Poindexter, M.A. en Inteligencia, Certificado de Posgrado en Contrainteligencia, J.D., certificación CISA/NCISS OSINT, Certificación DoD/DoS BFFOC

References

Allen, G., & Chan, T. (2017). Artificial intelligence and national security. Belfer Center for Science and International Affairs, Harvard Kennedy School.

Brundage, M., Avin, S., Clark, J., Toner, H., Eckersley, P., Garfinkel, B., … & Amodei, D. (2018). The malicious use of artificial intelligence: Forecasting, prevention, and mitigation. Future of Humanity Institute.

Carter, A. (2020). The future of counterintelligence in the age of artificial intelligence. Center for a New American Security.

Greitens, S. C. (2019). Dealing with demand for authoritarianism: The domestic politics of counterintelligence. International Security, 44(2), 9–47.

Henderson, T. (2022). Offensive cyber counterintelligence: Leveraging AI to deceive adversaries. Journal of Cybersecurity Studies, 8(1), 55–74.

Treverton, G. F., & Miles, R. (2021). Strategic counterintelligence: The case for offensive measures. RAND Corporation.

Zegart, A. (2022). Spies, lies, and algorithms: The history and future of American intelligence. Princeton University Press.

Cibermilicias y la Lucha por la Primacía en el Espacio de Batalla Informativa

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Llegué a la madurez profesional en una comunidad de inteligencia que todavía concebía la línea de frente (“teatro principal de operaciones”) como un lugar al que uno podía acceder, cartografiar y asegurar. Ese mundo ha desaparecido. Hoy, adversarios no militares, organizados de manera laxa en cibermilicias de propagandistas, piratas informáticos patrióticos, emprendedores de la influencia y amplificadores remunerados o voluntarios disputan la iniciativa no con blindados ni artillería, sino colonizando la atención, deformando la percepción y acelerando la división social a gran escala. Nuestra doctrina ha comenzado a reconocer este cambio. En 2017, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos elevó la información a función conjunta, formalizando lo que los operadores llevaban años observando. Reconocemos que las campañas modernas dependen de crear y explotar la ventaja informativa. La Estrategia de 2023 para Operaciones en el Entorno Informativo del Departamento de Defensa EEUU lo expone de manera explícita: la Fuerza Conjunta debe estar organizada, adiestrada y dotada de recursos para integrar efectos informativos junto con fuegos y maniobra (DoD, 2023).

Por cibermilicias entiendo a actores no uniformados, a veces dirigidos por el Estado, a menudo tolerados por él o subcontratados a la multitud, que combinan acciones cibernéticas con guerra narrativa en plataformas sociales. Reclutan y radicalizan, acosan en enjambres, hostigan y exponen datos personales, siembran falsificaciones digitales y teorías conspirativas, e inundan el espacio con memes emocionalmente persuasivos. Su mando y control suele ser plano e improvisado, su logística se basa en la nube y su ritmo operacional lo marcan los algoritmos de las plataformas y los ciclos informativos. Hemos visto efectos militares de tales formaciones en teatros diversos. La llamada Internet Research Agency (IRA) ejemplificó una milicia de influencia vinculada al Estado que escaló intentos de persuasión y movilización fuera de línea a través de plataformas sociales estadounidenses. Investigaciones rigurosas han matizado posteriormente las afirmaciones maximalistas sobre cambios medibles en actitudes, pero el hecho operacional permanece: los adversarios pueden alcanzar a millones de objetivos, a un coste marginal casi nulo, con narrativas adaptadas y sincronizadas con objetivos geopolíticos (Eady et al., 2023).

En el extremo opuesto, el IT Army of Ukraine constituye un caso de movilización cibernética defensiva: una formación voluntaria que ejecuta ataques DDoS, búsqueda de vulnerabilidades y operaciones psicológicas en paralelo con esfuerzos estatales. Esto ilustra tanto la potencia como las ambigüedades jurídicas y éticas que surgen cuando civiles se convierten en combatientes en el dominio informativo (Munk, 2025).

Las organizaciones terroristas comprendieron hace tiempo el poder de las redes sociales. El ISIS combinó la brutalidad en el campo de batalla con una maquinaria propagandística meticulosamente diseñada en línea, optimizada para reclutamiento, intimidación y fijación de agenda en múltiples lenguas y plataformas. Análisis revisados por pares detallan cómo ISIS explotó las funcionalidades de las plataformas para mantener su alcance incluso cuando se eliminaban cuentas (Done, 2022). El actual aluvión de proclamaciones de victorias en el teatro de guerra palestinas es igualmente ilustrativo.

Por qué las Redes Sociales Pueden Rivalizar con la Fuerza Física

La respuesta sencilla es la escala y la velocidad. La propaganda computacional aprovecha la automatización, la amplificación y la microsegmentación para saturar los canales informativos más rápido de lo que la verificación de hechos o el debate pueden alcanzar. Revisión sistemática tras revisión sistemática enmarcan esto como un ecosistema sociotécnico en evolución más que como una táctica puntual (Bradshaw y Howard, 2019).

La asimetría es un segundo factor crucial. Los bots y las conductas inauténticas coordinadas otorgan a pequeños operadores una influencia desproporcionada, especialmente en los primeros minutos del ciclo de vida de una narrativa, cuando las señales de interacción iniciales pueden inclinar los sistemas de clasificación de las plataformas. Estudios demuestran que las cuentas automatizadas amplifican de forma desproporcionada contenido de baja credibilidad en esas fases críticas (Shao et al., 2018).

Los efectos sobre el terreno humano deben contemplarse. Incluso cuando la persuasión directa es modesta, los daños en zonas de conflicto son muy reales. Doxing, estigmatización, desplazamiento y profanación cultural se han vinculado a la incitación en línea durante conflictos armados. No se trata únicamente de charlas en Internet, es preparación operacional del entorno con consecuencias humanas (Ulbricht, 2024).

La integración con operaciones cinéticas constituye además un ingrediente imperativo. En Ucrania, las fuerzas rusas combinaron sistemas físicos, como el Orlan-10/Leer-3, con campañas masivas de mensajes de texto y redes sociales para inducir pánico y erosionar la cohesión. Esto recuerda que los fuegos informativos pueden acotar el espacio de batalla tan eficazmente como la artillería (GAO, 2022).

La maniobra memética es la última consideración. En los conflictos contemporáneos, las narrativas basadas en memes no son meras efímeras: constituyen maniobra en el dominio cognitivo. Estudios recientes sobre la guerra memética en el contexto Rusia-Ucrania sostienen que estos artefactos estructuran la atención, codifican marcos complejos y aceleran el reclutamiento hacia la propaganda participativa a gran escala (Prier, 2017).

Una Nota sobre la Evidencia y la Prudencia

La honestidad intelectual más rigurosa debe estar en primer plano. Un estudio en Nature Communications que vinculó datos de Twitter en Estados Unidos con encuestas no halló cambios estadísticamente significativos en actitudes o elección de voto atribuibles a la exposición a la IRA en 2016. Sin embargo, no debemos ignorar esto ni sobregeneralizar. El estudio no absuelve a las campañas adversarias, refina nuestra teoría del efecto. Muchas operaciones buscan el control de la agenda, la polarización, la intimidación y la distracción en tiempo objetivo más que el mero cambio de voto. En la guerra, incluso variaciones pequeñas en la participación, la percepción del riesgo o la moral de la unidad pueden ser decisivas (Eady et al., 2023).

El Imperativo: Tratar la Propaganda Adversaria como un Objetivo de Campaña

La OTAN enmarca ahora la guerra cognitiva como un desafío interdominios. La mente humana es terreno disputado donde los actores buscan modificar percepciones y conductas (Claverie du Cluzel et al., 2021). No es retórica inflamatoria, es realidad operacional en todo teatro que he observado. Nuestra respuesta debe abandonar la era de refutaciones improvisadas y avanzar hacia operaciones integradas en el entorno informativo con objetivos, autoridades y métricas explícitas de desempeño y efecto.

Qué Deben Hacer la Inteligencia y los Combatientes

  1. Construir un panorama de inteligencia fusionada del campo de batalla narrativo.
  2. Normalizar el entorno informativo junto con fuegos y maniobra.
  3. Disputar la iniciativa mediante prebunking y resiliencia, no solo eliminando contenidos.
  4. Imponer fricción a las cibermilicias hostiles.
  5. Clarificar autoridades y alinear con el derecho de los conflictos armados.
  6. Entrenar para el dominio cognitivo.
  7. Medir lo que importa, evitando indicadores de pura vanidad.

Conclusión Estratégica

En la guerra convencional, la ventaja es acumulativa. En la guerra informativa, es compuesta. El bando que penetra el ciclo de decisión del adversario establece el marco para todo lo que sigue. Nuestros adversarios ya juegan ese juego. Despliegan cibermilicias que operan a velocidad de máquina pero hablan en idioma humano, explotando incentivos de plataforma y sesgos cognitivos tan antiguos como la persuasión y tan novedosos como la inteligencia artificial generativa.

Como profesionales de inteligencia y combatientes, nuestra misión no es simplemente refutar mentiras una vez consumado el daño, sino negar la iniciativa adversaria en el entorno informativo, mapear y anticipar sus campañas, fortalecer nuestras poblaciones e integrar los efectos narrativos con la maniobra. Hacerlo bajo el imperio de la ley y con responsabilidad democrática será un reto. La Comunidad de Inteligencia y las fuerzas armadas no ignoran esta realidad: la Fuerza Conjunta ya reconoce la información como función central. Pero la doctrina sin recursos ni práctica es solo papel. Debemos construir los equipos, autoridades y hábitos para luchar y prevalecer allí donde ahora habita la gente, en sus feeds y chats, tanto como en el espacio físico. Si fracasamos, cederemos el terreno decisivo del conflicto moderno a adversarios no militares que comprenden que la primacía ya no se mide únicamente en metros conquistados, sino en mentes retenidas.

Una recomendación crucial es que la contrainteligencia está particularmente bien adaptada a esta misión. El oficio de la contrainteligencia, históricamente dedicado a identificar, engañar y neutralizar operaciones de influencia hostil, se traduce directamente a la lucha contra las cibermilicias. Los operadores de contrainteligencia aportan pericia en atribución adversaria, operaciones de doble agente, detección de desinformación y manipulación de redes clandestinas. Estas son exactamente las habilidades necesarias para desenmascarar conductas inauténticas coordinadas en línea. Estoy convencido de que integrar la contrainteligencia en la guerra informativa ofrece ventajas singulares, al combinar análisis técnico de señales con validación de fuentes humanas y la capacidad de explotar, interrumpir o cooptar operaciones adversarias de influencia de un modo que supera la mera moderación de contenidos (Hunker, 2010; Rid, 2020). Dejar las cibermilicias únicamente en manos de la diplomacia pública o de la autorregulación de plataformas equivale a luchar con un brazo atado. Incorporar la contrainteligencia en el núcleo de nuestras campañas informativas asegura que Estados Unidos no solo pueda defenderse de la propaganda adversaria, sino también disputar y desmantelar activamente las redes que la impulsan.

~ C. Constantin Poindexter, M.A. en Inteligencia, Certificado de Posgrado en Contrainteligencia, J.D., certificación CISA/NCISS OSINT, Certificación DoD/DoS BFFOC

Referencias

Bradshaw, S., y Howard, P. N. (2019). El orden global de la desinformación: Inventario mundial 2019 de la manipulación organizada en redes sociales. Oxford: Oxford Internet Institute. [en inglés]

Claverie du Cluzel, F., et al. (2021). Guerra cognitiva. Comando Aliado de Transformación de la OTAN, Innovation Hub. Norfolk, VA. [en inglés]

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Eady, G., Nagler, J., Guess, A., Zilinsky, J., y Tucker, J. (2023). Exposición a la campaña de influencia extranjera de la Agencia de Investigación de Internet rusa en Twitter durante las elecciones de 2016 en Estados Unidos y su relación con actitudes y comportamiento de voto. Nature Communications, 14(1), 367. [en inglés]

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